Soy solo un búho con un corte de pelo nuevo
Crónica del Bafici con un insólito cameo de Mar del Plata y una entrega de premios antojadiza
Han pasado dos semanas que tal vez lleguen a cambiar por un buen tiempo la apreciación por los dos mayores festivales de cine de Argentina. Hasta el domingo pasado esto solo se desprendía de una edición del Bafici amena y atenta a las circunstancias a un nivel sorprendente. El lunes, el Festival de Mar del Plata hizo su parte de una manera insólita.
La “fuerza mayor” o los motivos “de público conocimiento” no dejaron de impactar sobre el Bafici. El Gaumont estuvo cerrado durante la marcha de apoyo a los jubilados del miércoles 9 de abril y la sala Lugones estuvo cerrada al otro día, durante el paro. La directora Alex Reynolds retiró su cortometraje Horizontal, programado en la sección Hacerse grande, argumentando que le “resulta imposible participar en un festival que utiliza el relato del cine para blanquear el estado de Israel a través de su programación mientras excluye voces palestinas”. Los dolores presupuestarios, más notorios en lo que falta respecto a ediciones pasadas o a veces invisibles para el espectador no acreditado, tuvieron una aparición curiosa en el blooper de un voluntario que, dirigiéndose al público en una función, aparentemente entendió que John Ford no estaba en Buenos Aires para presentar The Scarlet Drop por cuestiones de logística o agenda. Pero con un spot y otras promociones que repetían que las películas programadas no dejarían indiferentes a los espectadores, el verdadero nudo estaba claro: era si el Bafici iba a ser indiferente con el futuro de las películas de su país.
En el comienzo fueron las presentaciones de funciones con el director del Bafici, Javier Porta Fouz, y algunos de los programadores en un espectro de declaraciones que iban desde remarcar la función del festival en “tiempos convulsionados” hasta apuntar concretamente a la cuestión de cuánto cine argentino habrá para presentar en la próxima edición. A mediados de festival fue la charla “La producción de cine hoy en Argentina”, un intercambio sin grandes disidencias entre Porta Fouz y los productores Pablo Chernov y Paula Zyngierman1 y, al menos en la previa, la actividad especial más parecida a la que derivó en un tenso debate en la edición pasada. Allí, JPF recordó la conferencia de prensa de Manuel Adorni con la mención a las entradas vendidas por Camuflaje (producida por Chernov)2, hizo una pregunta pertinente para que los productores explicaran el impacto gradual de la parálisis del Incaa y compartió un comentario de pasillo sobre cómo convendría que el Instituto simplemente dijera “No hay nada y no vamos a hacer nada” en vez de dar los primeros pasos en los procesos de fomento y no darles continuidad. Sobre el final de festival fue la entrega de los premios oficiales, que incluyó discursos en defensa del cine argentino de Lila Stantic y Bebe Kamin y que cerró con Jorge Macri recordando que en su casa se “puteaba” al censor Miguel Paulino Tato3 como prólogo para decir que si el cine resistió esos momentos “va a resistir todos los momentos”. Macri estaba para presentar el Gran Premio Ciudad de Buenos Aires al mejor largometraje argentino de las competencias oficiales del festival (de su propia iniciativa, según el guion de la ceremonia), que ganó LS83 de Herman Szwarcbart. Mientras el director subía al escenario JPF leía la justificación del jurado, que decía “No estaría mal que una película hecha con material de archivo en un país sin una cinemateca nacional reciba un premio cada tanto, ¿no?”.
Está claro que si estas postales recién descriptas tuvieran un reflejo concreto y sostenido en las políticas culturales del Gobierno de la Ciudad el panorama del cine argentino y del festival mismo sería considerablemente distinto. La cuestión es que a lo largo de su historia el Bafici supo ser un festival alternativo, renovador, hipster (cuando no se había popularizado la palabra), opositor, pretendidamente poptimista o incluso desaforadamente poptimista. Pero este año parece que empezó a probarse el traje del festival necesario.
Tal vez no haya mejor manera de explicarlo que por oposición, y un día después del final del Bafici el Festival de Mar del Plata hizo todo el trabajo. Un artículo de Marcelo Stiletano en La Nación adelantó algunos cambios en la próxima edición y compartió declaraciones de Gabriel Lerman y Jorge Stamadianos, los codirectores:
La sección Estados Alterados deja de ser una competencia.
Rescates pasa a llamarse Mar del Plata Classics.
Se incorpora una sección de pilotos de series.
Stamadianos sobre los precios de las entradas al festival y los descuentos para jubilados y estudiantes: “Nosotros no podemos accionar sobre eso, solo sugerir y proponer”.
Lerman sobre el perfil político del festival: “Mar del Plata no es un festival político o de un partido. Es el festival del país”.
Lerman sobre el mismo tema, en la línea de este festival tiene un amigo K y todo: “Este es un festival de cine con un espíritu superpluralista. El año pasado la sección Work In Progress la ganó 76 89 23, un documental con una mirada muy crítica del oficialismo actual que acaba de verse en el Bafici”.
Se adelanta la realización del festival a la primera quincena de noviembre. Dice Lerman: “Parece una tontería pero el calendario tradicional de Mar del Plata coincidía con el Día de Acción de Gracias, algo que impidió el año pasado el deseo de mucha gente de Estados Unidos de estar presente en el festival.”
Agrega Lerman: “Si logramos que los grandes jugadores se enteren del brillo internacional que supo tener Mar del Plata vamos a conseguir que las buenas películas que luchan por conseguir atención en ese momento vengan y traigan a sus figuras. Eso nos va a beneficiar a todos”.
Es tentador señalar que se pareciera plantear una especie de revival de los festivales de Mar del Plata noventosos dos días después de que el Presidente de la Nación dijera “No vengan a decir que ya la vieron, porque esta vez verdaderamente sí es diferente”. Honestamente habrá que ver qué quieren cocinar y qué logran Stamadianos y Lerman para este año, el primero de calendario completo de su gestión. La cuestión, por ahora, es lo poco que necesitó hacer el Bafici para dar una imagen tan superior.
Premios Captura recomendada del 26° Bafici
Mejor película vista en el 26° Bafici: Nosferatu, una escenita criolla (Hernán Castellano Girón, 1972/2024), incluida en el foco de la Cineteca Nacional de Chile.
Segunda mejor película vista en el 26° Bafici: Esperando a Godoy (Cristián Sánchez, Rodrigo González y Sergio Navarro, 1973/2024), incluida en el foco de la Cineteca Nacional de Chile.
Mejor gesto probablemente involuntario del 26° Bafici: dedicarle un foco a una cinemateca nacional que bajo la gestión del presidente Gabriel Boric comenzó su transición hacia ser un organismo completamente estatal.
Mejor sinfonía higiénica del 26° Bafici: Cleaning & Cleansing (Thomas Fürhapter, 2024).
Peor transición en función de cortometrajes del 26° Bafici: en la retrospectiva de Jacques Rozier, su díptico sobre la filmación de El desprecio de Godard es seguido por su piloto de Nono nénesse.
Mejores escenas completamente fuera de contexto si se las describe en unas líneas pero perfectamente integradas en su película de origen del 26° Bafici: Claude Lanzmann jugando al golf y persiguiendo ardillas en Je n’avais que le néant - “Shoah” par Lanzmann (Guillaume Ribot, 2025).
Mejor trabajo sobre material de archivo de la película ganadora del Gran Premio Ciudad de Buenos Aires del 26° Bafici: el foco que pone LS83 en la faceta protocolar/social de Videla y la imagen “descontracturada” que parecía querer proyectar en complicidad con el periodismo.
Mejores cosas positivas para decir genuinamente del 26° Bafici (que no sean las cosas básicas que constituyen a cualquier festival digno pero que se valoran de otra forma desde lo que le hizo la gestión de Carlos Pirovano en el Incaa al festival de Mar del Plata): el Teatro Alvear es una buena nueva sede para un circuito de salas que debe ser el mejor desde que los tiempos del Abasto como epicentro. Las charlas sobre la actualidad del cine argentino estuvieron lejos de ser irrelevantes, pero sería bueno que volviera el evento estilo asamblea del año pasado, con directores de películas argentinas.
Peor sede de actividades especiales del 26° Bafici: el hall de planta baja del Teatro San Martín, con los ruidos de la calle, las conversaciones en la entrada y la confitería. No debería ser usado el año que viene.
Mejor situación que pareció guionada de antemano por alguien para el cierre del 26° Bafici: funcionarios, empleados y público aplauden el premio a una película con los recuerdos de Martín Kohan de los años 70.
Ambos habían participado de la charla “¿Un Incaa para quién?” de Contracampo, el año pasado en Mar del Plata.
Ese pasaje de la charla no duró tanto como para llegar a señalar que el dato engañoso de las entradas que vendió Camuflaje cobró fuerza a partir de un artículo escrito por el crítico y programador Leonardo D’Espósito.
Franco Macri era uno de los socios en la productora MBC. El discurso de Jorge menciona que la censura “le devolvió” No toquen a la nena de Juan José Jusid con una duración de 42 minutos.